jueves, 6 de diciembre de 2007

Y MÁS SOBRE HANCOCK

Aún sabiendo que me arriesgo a ser pesado, e encontrado por ahí otra pequeña biografía sobre el maestro y por supuesto no dudo en ponerosla. Esta biografía va en relación con la antología Herbie Hancock "The complete blue note sixties sessions".

Primeros pasos

Su debut discográfico se realizó en 1962. Más tarde, el pianista grabó otros seis álbumes en la Blue Note en un derroche de evolución propio de los más grandes. Aquel material es reunido y reeditado ahora, cuando Herbie Hancock está en lo más alto.
"Gershwin's world", su último lanzamiento, le ha mantenido durante semanas en lo más alto de las listas norteamericanas dedicadas al jazz. Este álbum presenta a Hancock inmerso en la tradición musical de su país y de "su" música. En el año del centenario del nacimiento de George Gershwin, el ambiente del jazz norteamericano ha explotado en reconocimientos y homenajes de la misma manera que en España la escena cultural lo ha hecho con Lorca. Por su parte, "Gershwin's world" no ha hecho sino aunar a dos genios del siglo XX en una pasión común: la música.
Hancock superó hace mucho tiempo la etiqueta de "músico de jazz", aunque sea, probablemente, uno de ésos que siempre la llevarán puesta. En los tiempos en que lideraba los Headhunters y los puristas le dedicaban todos los improperios posibles, siempre se mantuvo fiel a la frase "Hancock en sus discos toca lo que quiere, pero en los festivales de jazz siempre toca jazz". Era justo la esencia contraria de otros músicos que, como él, buscaban desesperadamente nuevos horizontes para su música; Hancock lo enseñaba en sus discos y se responsabilizaba de ello; otros lo mostraban en directo aburriendo al personal y luego decían que ese día no les había llegado la inspiración.
Ser un músico de vanguardia parece ser una seña de nacimiento. Hay quien nace para ser virtuoso, quien nace para ser creador y, además, hay creadores que son virtuosos. Hancock es reconocido por todos como un virtuoso, ha dejado la impronta de creador y, desde luego, aúna las dos facetas en la mayoría de sus obras. Por eso, sus "Gershiwns" no son simples, ni repetidos ni escuchados como la mayoría de los homenajes que han surgido en el 98 alrededor del músico de Brooklyn hijo de emigrantes rusos. Son piezas recreadas, reinventadas o, mejor, adaptadas a la visión de un músico de final de siglo que recoge la mayor esencia de un compositor de principios de siglo.
Antes de firmar "Gershwin's world", Hancock puso en la calle "The new standar", un álbum en el que elegía composiciones de músicos contemporáneos, muy lejanos de la dinámica y el estilo de Gershwin. En aquel caso se trataba de piezas de Prince, Peter Gabriel, Stevie Wonder, los Beatles… El arte a demostrar era el mismo: Hancock agarró aquella música y la hizo suya. La hizo suya hasta tal punto que las partituras originales quedaban disueltas en un océano de riqueza que sacaba de ellas mucho más de lo que nunca sus compositores creyeron que se pudiera sacar. El pianista ponía de manifiesto, por enésima vez, que él es intérprete y creador al mismo tiempo, creador e intérprete, y que muy pocas veces es capaz de quedarse en una sola de las facetas.
La historia discográfica de Herbie Hancock nace en Blue Note y por eso no es extraño que un álbum como "The complete Blue Note sixties sessions" sea tan interesante para el aficionado. Lo malo que tienen estas maravillosas cajas es que son carísimas, pero lo bueno es que permiten ahorrar dinero, ya que cuando empiezas a sustituir los viejos vinilos por sus homónimos en CD es cuando se te va el presupuesto del mes, sobre todo cuando tienes que recuperar discos que están fuera de catálogo en España y que has de comprar por medio de importadores. De este modo, cuando aparece un estuche con seis compactos correspondientes a los siete primeros LPs que grabó Hancock es cuestión de pensárselo. Recogen su obra entre el 62 y el 69, aunque eso… no es exactamente correcto. Entre el 64 y el 67 el pianista estuvo integrado en el grupo de Miles Davis. Allí formó parte de la banda que grabó "Seven steps to heaven", "ESP", "Miles smiles", "Miles in the sky", "Sorcerer" y "Nefertiti" y, gracias a ello, cambió su vida, dado que empezó a tocar con teclados eléctricos. Esas grabaciones se pueden encontrar también en otra caja recopilatoria, aparecida bajo el nombre de "Miles Davis quintet 1965-1968" y editada por CBS en junio pasado. El resto de la producción de Hancock en este período corresponde a su labor como sideman o como músico de sesión en Blue Note. Su debut discográfico lo hizo en el "Out of this world" de Pepper Adams y, durante su relación con la compañía, apareció en álbumes de Jay Jay Johnson, Kenny Dorham, Phil Woods, Lou Donaldson o Jackie McLean entre otros. En "The complete Blue Note sixties sessions" han sido incluidas algunas de las piezas en las que participó, así como doce tomas alternativas de diferentes temas, siete de ellas inéditas.
La entrada de Hancock en Blue Note llegó por medio de Donald Byrd. Este trompetista había cogido cartel en el 56 cuando Max Roach le llamó para sustituir al difunto Clifford Brown dentro de su banda. A partir de aquel momento su cotización como músico de sesión se elevó y empezó a colaborar con gente de la talla de Sonny Rollins, Lionel Hampton, Horace Silver o el mismísimo John Coltrane. Con posterioridad formó su propio quinteto junto a Pepper Adams y ambos decidieron que el pianista del grupo fuera Duke Pearson.
La casualidad quiso que, en una de las giras que el quinteto realizó por Chicago en 1960, una tormenta de nieve impidiera a Pearson unirse a la banda. Eso les obligó a montar una jam para elegir un pianista de la zona que les acompañara en sus actuaciones contratadas. Hancock se presentó, se hizo con el puesto y, tras terminar los bolos previstos, se encontró con un contrato para la próxima gira del quinteto, la que se iba a realizar en Nueva York. Para un pianista de veinte años nacido en Chicago tocar en Nueva York era un sueño.
En la Gran Manzana, Byrd se encariñó con Hancock. Las historias que éste le contaba sobre su vida le enternecían y, al mismo tiempo, le asombraban: eso de haber debutado como pianista a los once años acompañado por la Sinfónica de Chicago, lo de haberse metido en el jazz dada la pasión que tenía por Oscar Peterson, sus estudios de electrónica y arte en Iowa… Byrd se enteró entonces que el primer contrato serio que tuvo Hancock fue acompañando a Coleman Hawkins. El pianista acababa de dejar la universidad y estaba trabajando como cartero. Dado que madrugaba una enormidad para entregar las cartas y se acostaba a las tantas tras tocar con el saxofonista, el joven Herbie cayó enfermo de agotamiento y su contrato de dos semanas se acabó en unos pocos días.
En Nueva York, Hancock aprendió mucho de Byrd: éste le ayudó a mejorar su técnica, le enseñó interesantes trucos que había aprendido de Barry Harris y le obligó a escuchar a músicos contemporáneos, como Ravel, Stockhausen o Varése. Le enseñó lo que era la música electrónica y le dio a conocer a talentos innovadores como Ornette Coleman y John Coltrane. Pero, con todo, lo que más entusiasmó de Nueva York a Hancock fue su presentación como parte del quinteto en el Five Spot. Detrás de su piano pudo ver que entre el público había gente que él admiraba enormemente: Bill Evans, Horace Silver…
Su estancia en Nueva York también trajo consigo la participación en el álbum firmado por Pepper Adams que hemos citado anteriormente. Eso sucedió en los primeros meses de 1961. Algo más tarde empezó a incluir sus composiciones en otros discos ("Royal flush", "Free form"…) y a despuntar lo suficiente como para que, en el 62, Byrd le convenciera para grabar a su propio nombre. Antes de entrar en el estudio le dijo: "No olvides que Alfred Lion "--el berlinés fundador de Blue Note--" es muy escéptico respecto a los jóvenes. Dile que te han llamado a filas y que quieres grabar un disco antes de irte; dile también que todos tus temas están editados, aunque no sea verdad, para poder conservar los derechos".
"Takin' off", el primer álbum firmado por Hancock, apareció el 28 de mayo y en él estaba incluida "Watermelon man", una pieza que, tras ser grabada por más de doscientos músicos, demostró lo acertado que estuvo Byrd a la hora de aconsejar al pianista. "Con lo que fui obteniendo en derechos de 'Watermelon man' "--dijo en una ocasión--" pude pagar mis facturas durante cinco o seis años".
"The complete Blue Note sixties sessions" incluye el material grabado en los discos "Takin' off", "My point of view", "Inventions and dimensions", "Empyrean isles", "Speak like a child" y, por supuesto, "The prisoner", una de las obras culminantes dentro de la producción de Hancock. En su primer álbum para Blue Note, el pianista contó con Dexter Gordon y Freddie Hubbard y expuso su planteamiento estético dentro de los cánones aceptables por la compañía. "My point of view", aparecido en marzo del 63, fue grabado mientras Hancock formaba parte del quinteto de Miles Davis y después de que el pianista hubiera conocido las nuevas tendencias vanguardistas acompañando a Eric Dolphy. Se grabó en septeto y muchos lo consideran una obra de transición hacia "Inventions and dimensions", álbum que apareció apenas cuatro meses más tarde que su predecesor. En él, Hancock empieza a mostrar su personalidad y lo hace en formato de trío junto a Paul Chambers y Willie Bobo, contando también con Oswaldo Martinez en la percusión. Si hasta entonces el músico había sido apreciado por la Blue Note como el creador de ciertos temas de éxito, ya no cabía duda de que Hancock era un músico de criterio, con un estilo totalmente definido y con recursos mucho más sugerentes que los de un músico de sesión.
En "Empyrean isles", publicado ya en e 1964, vuelve a contar con Freddie Hubbard y la influencia de Davis se expone en abundantes cortes. El álbum fue la antesala de "Maiden voyage", grabado un año más tarde con la participación de George Coleman. Se da la circunstancia de que el tema que da título al disco fue realizado para un anuncio de colonia. La publicidad fue, en aquella época, una interesante fuente de ingresos para el pianista y éste no dudó en aceptar los encargos de Chevrolet, Eastern Airlines o Standard Oil, por citar algunos ejemplos. "Speak like a child" no llegó hasta 1968, ya que Hancock estuvo ocupado en colaboraciones y proyectos junto a otros músicos. Su cartel había subido considerablemente con su participación en el quinteto de Davis y no era cuestión de desaprovechar todas las ofertas que le llegaban. Para muchos críticos, este álbum, grabado en sexteto, es un perfecto resumen de la producción anterior del pianista, aunque no puede negarse que algunos de sus cortes comienzan a mostrar la inquietud de Hancock en referencia a otros territorios estilísticos. Uno de ellos es, por ejemplo, el interés por la orquestación que se concretará finalmente en "The prisoner", el último disco del músico para la Blue Note, aparecido en el 69. En él cuenta con Joe Henderson y con Johnny Coles además de un abundante conjunto de maderas y metales que permiten a Hancock mostrar una de sus cimas como compositor.
A partir de entonces, la búsqueda de Hancock se tradujo en la fusión del jazz con las tendencias eléctricas que por entonces definían al rock. Fue uno de los precursores en este terreno, pero eso supuso para él una de sus épocas más difíciles y tormentosas. Tras formar un sexteto con el que grabó "Mwandishi" (70), "Crossings" (71) y "Sextant" (72), trasladó su residencia a Los Angeles y se convirtió al budismo. Esto se tradujo, en el terreno estilístico, en un giro hacia el funk y el soul que reconvirtió su carrera de una manera importantísima. Hancock ya había demostrado interés por estos géneros en el 67, cuando, estando aún en Blue Note, grabó un álbum de r'n'b que fue rechazado al considerar la compañía que el mismo no estaba a la altura de sus producciones de jazz. Aquellas experiencias se irían posando en la personalidad del pianista y en 1973 formó los Headhunters, una banda revolucionaria que, prácticamente, sólo tenía que ver con el jazz en tanto en cuanto daba libertad a los músicos para improvisar en directo. Por lo demás, el concepto musical era netamente bailable, plenamente eléctrico y, si bien llevó a Hancock a altas cimas de popularidad y a discos de tremendo éxito, le supuso también la mirada de reproche de los seguidores más puristas del jazz.
Con el tiempo, Herbie Hancock ha dejado demostrado que, con su talento, las miradas de reproche le importan poco. Dejó para los más puristas una colección impresionante de discos, que es la que ahora se reedita en "The complete Blue Note sixties sessions", pero, como buen maestro, se alimentó de las nuevas tendencias y ayudó a crear un estilo que ha sido imitado, explotado y aprovechado por generaciones enteras para dar a la música obras de gran calibre.
Lógicamente, éste no es lugar para referirnos exhaustivamente a la historia posterior de Hancock (en la que no faltan en absoluto obras impresionantes) ni para ahondar en el trabajo que realizó con Miles Davis al mismo tiempo que estuvo en la Blue Note. La obra de Hancock seguirá surtiendo las estanterías de las tiendas de discos y, con seguridad, habrá otra ocasión para pararnos más detalladamente en otras facetas de este pianista, nacido en 1940 en el barrio sur de Chicago y bautizado como Herbert Jeffrey.


Primeros pasos
Su debut discográfico se realizó en 1962. Más tarde, el pianista grabó otros seis álbumes en la Blue Note en un derroche de evolución propio de los más grandes. Aquel material es reunido y reeditado ahora, cuando Herbie Hancock está en lo más alto.
"Gershwin's world", su último lanzamiento, le ha mantenido durante semanas en lo más alto de las listas norteamericanas dedicadas al jazz. Este álbum presenta a Hancock inmerso en la tradición musical de su país y de "su" música. En el año del centenario del nacimiento de George Gershwin, el ambiente del jazz norteamericano ha explotado en reconocimientos y homenajes de la misma manera que en España la escena cultural lo ha hecho con Lorca. Por su parte, "Gershwin's world" no ha hecho sino aunar a dos genios del siglo XX en una pasión común: la música.
Hancock superó hace mucho tiempo la etiqueta de "músico de jazz", aunque sea, probablemente, uno de ésos que siempre la llevarán puesta. En los tiempos en que lideraba los Headhunters y los puristas le dedicaban todos los improperios posibles, siempre se mantuvo fiel a la frase "Hancock en sus discos toca lo que quiere, pero en los festivales de jazz siempre toca jazz". Era justo la esencia contraria de otros músicos que, como él, buscaban desesperadamente nuevos horizontes para su música; Hancock lo enseñaba en sus discos y se responsabilizaba de ello; otros lo mostraban en directo aburriendo al personal y luego decían que ese día no les había llegado la inspiración.
Ser un músico de vanguardia parece ser una seña de nacimiento. Hay quien nace para ser virtuoso, quien nace para ser creador y, además, hay creadores que son virtuosos. Hancock es reconocido por todos como un virtuoso, ha dejado la impronta de creador y, desde luego, aúna las dos facetas en la mayoría de sus obras. Por eso, sus "Gershiwns" no son simples, ni repetidos ni escuchados como la mayoría de los homenajes que han surgido en el 98 alrededor del músico de Brooklyn hijo de emigrantes rusos. Son piezas recreadas, reinventadas o, mejor, adaptadas a la visión de un músico de final de siglo que recoge la mayor esencia de un compositor de principios de siglo.
Antes de firmar "Gershwin's world", Hancock puso en la calle "The new standar", un álbum en el que elegía composiciones de músicos contemporáneos, muy lejanos de la dinámica y el estilo de Gershwin. En aquel caso se trataba de piezas de Prince, Peter Gabriel, Stevie Wonder, los Beatles… El arte a demostrar era el mismo: Hancock agarró aquella música y la hizo suya. La hizo suya hasta tal punto que las partituras originales quedaban disueltas en un océano de riqueza que sacaba de ellas mucho más de lo que nunca sus compositores creyeron que se pudiera sacar. El pianista ponía de manifiesto, por enésima vez, que él es intérprete y creador al mismo tiempo, creador e intérprete, y que muy pocas veces es capaz de quedarse en una sola de las facetas.
La historia discográfica de Herbie Hancock nace en Blue Note y por eso no es extraño que un álbum como "The complete Blue Note sixties sessions" sea tan interesante para el aficionado. Lo malo que tienen estas maravillosas cajas es que son carísimas, pero lo bueno es que permiten ahorrar dinero, ya que cuando empiezas a sustituir los viejos vinilos por sus homónimos en CD es cuando se te va el presupuesto del mes, sobre todo cuando tienes que recuperar discos que están fuera de catálogo en España y que has de comprar por medio de importadores. De este modo, cuando aparece un estuche con seis compactos correspondientes a los siete primeros LPs que grabó Hancock es cuestión de pensárselo. Recogen su obra entre el 62 y el 69, aunque eso… no es exactamente correcto. Entre el 64 y el 67 el pianista estuvo integrado en el grupo de Miles Davis. Allí formó parte de la banda que grabó "Seven steps to heaven", "ESP", "Miles smiles", "Miles in the sky", "Sorcerer" y "Nefertiti" y, gracias a ello, cambió su vida, dado que empezó a tocar con teclados eléctricos. Esas grabaciones se pueden encontrar también en otra caja recopilatoria, aparecida bajo el nombre de "Miles Davis quintet 1965-1968" y editada por CBS en junio pasado. El resto de la producción de Hancock en este período corresponde a su labor como sideman o como músico de sesión en Blue Note. Su debut discográfico lo hizo en el "Out of this world" de Pepper Adams y, durante su relación con la compañía, apareció en álbumes de Jay Jay Johnson, Kenny Dorham, Phil Woods, Lou Donaldson o Jackie McLean entre otros. En "The complete Blue Note sixties sessions" han sido incluidas algunas de las piezas en las que participó, así como doce tomas alternativas de diferentes temas, siete de ellas inéditas.
La entrada de Hancock en Blue Note llegó por medio de Donald Byrd. Este trompetista había cogido cartel en el 56 cuando Max Roach le llamó para sustituir al difunto Clifford Brown dentro de su banda. A partir de aquel momento su cotización como músico de sesión se elevó y empezó a colaborar con gente de la talla de Sonny Rollins, Lionel Hampton, Horace Silver o el mismísimo John Coltrane. Con posterioridad formó su propio quinteto junto a Pepper Adams y ambos decidieron que el pianista del grupo fuera Duke Pearson.
La casualidad quiso que, en una de las giras que el quinteto realizó por Chicago en 1960, una tormenta de nieve impidiera a Pearson unirse a la banda. Eso les obligó a montar una jam para elegir un pianista de la zona que les acompañara en sus actuaciones contratadas. Hancock se presentó, se hizo con el puesto y, tras terminar los bolos previstos, se encontró con un contrato para la próxima gira del quinteto, la que se iba a realizar en Nueva York. Para un pianista de veinte años nacido en Chicago tocar en Nueva York era un sueño.
En la Gran Manzana, Byrd se encariñó con Hancock. Las historias que éste le contaba sobre su vida le enternecían y, al mismo tiempo, le asombraban: eso de haber debutado como pianista a los once años acompañado por la Sinfónica de Chicago, lo de haberse metido en el jazz dada la pasión que tenía por Oscar Peterson, sus estudios de electrónica y arte en Iowa… Byrd se enteró entonces que el primer contrato serio que tuvo Hancock fue acompañando a Coleman Hawkins. El pianista acababa de dejar la universidad y estaba trabajando como cartero. Dado que madrugaba una enormidad para entregar las cartas y se acostaba a las tantas tras tocar con el saxofonista, el joven Herbie cayó enfermo de agotamiento y su contrato de dos semanas se acabó en unos pocos días.
En Nueva York, Hancock aprendió mucho de Byrd: éste le ayudó a mejorar su técnica, le enseñó interesantes trucos que había aprendido de Barry Harris y le obligó a escuchar a músicos contemporáneos, como Ravel, Stockhausen o Varése. Le enseñó lo que era la música electrónica y le dio a conocer a talentos innovadores como Ornette Coleman y John Coltrane. Pero, con todo, lo que más entusiasmó de Nueva York a Hancock fue su presentación como parte del quinteto en el Five Spot. Detrás de su piano pudo ver que entre el público había gente que él admiraba enormemente: Bill Evans, Horace Silver…
Su estancia en Nueva York también trajo consigo la participación en el álbum firmado por Pepper Adams que hemos citado anteriormente. Eso sucedió en los primeros meses de 1961. Algo más tarde empezó a incluir sus composiciones en otros discos ("Royal flush", "Free form"…) y a despuntar lo suficiente como para que, en el 62, Byrd le convenciera para grabar a su propio nombre. Antes de entrar en el estudio le dijo: "No olvides que Alfred Lion "--el berlinés fundador de Blue Note--" es muy escéptico respecto a los jóvenes. Dile que te han llamado a filas y que quieres grabar un disco antes de irte; dile también que todos tus temas están editados, aunque no sea verdad, para poder conservar los derechos".
"Takin' off", el primer álbum firmado por Hancock, apareció el 28 de mayo y en él estaba incluida "Watermelon man", una pieza que, tras ser grabada por más de doscientos músicos, demostró lo acertado que estuvo Byrd a la hora de aconsejar al pianista. "Con lo que fui obteniendo en derechos de 'Watermelon man' "--dijo en una ocasión--" pude pagar mis facturas durante cinco o seis años".
"The complete Blue Note sixties sessions" incluye el material grabado en los discos "Takin' off", "My point of view", "Inventions and dimensions", "Empyrean isles", "Speak like a child" y, por supuesto, "The prisoner", una de las obras culminantes dentro de la producción de Hancock. En su primer álbum para Blue Note, el pianista contó con Dexter Gordon y Freddie Hubbard y expuso su planteamiento estético dentro de los cánones aceptables por la compañía. "My point of view", aparecido en marzo del 63, fue grabado mientras Hancock formaba parte del quinteto de Miles Davis y después de que el pianista hubiera conocido las nuevas tendencias vanguardistas acompañando a Eric Dolphy. Se grabó en septeto y muchos lo consideran una obra de transición hacia "Inventions and dimensions", álbum que apareció apenas cuatro meses más tarde que su predecesor. En él, Hancock empieza a mostrar su personalidad y lo hace en formato de trío junto a Paul Chambers y Willie Bobo, contando también con Oswaldo Martinez en la percusión. Si hasta entonces el músico había sido apreciado por la Blue Note como el creador de ciertos temas de éxito, ya no cabía duda de que Hancock era un músico de criterio, con un estilo totalmente definido y con recursos mucho más sugerentes que los de un músico de sesión.
En "Empyrean isles", publicado ya en e 1964, vuelve a contar con Freddie Hubbard y la influencia de Davis se expone en abundantes cortes. El álbum fue la antesala de "Maiden voyage", grabado un año más tarde con la participación de George Coleman. Se da la circunstancia de que el tema que da título al disco fue realizado para un anuncio de colonia. La publicidad fue, en aquella época, una interesante fuente de ingresos para el pianista y éste no dudó en aceptar los encargos de Chevrolet, Eastern Airlines o Standard Oil, por citar algunos ejemplos. "Speak like a child" no llegó hasta 1968, ya que Hancock estuvo ocupado en colaboraciones y proyectos junto a otros músicos. Su cartel había subido considerablemente con su participación en el quinteto de Davis y no era cuestión de desaprovechar todas las ofertas que le llegaban. Para muchos críticos, este álbum, grabado en sexteto, es un perfecto resumen de la producción anterior del pianista, aunque no puede negarse que algunos de sus cortes comienzan a mostrar la inquietud de Hancock en referencia a otros territorios estilísticos. Uno de ellos es, por ejemplo, el interés por la orquestación que se concretará finalmente en "The prisoner", el último disco del músico para la Blue Note, aparecido en el 69. En él cuenta con Joe Henderson y con Johnny Coles además de un abundante conjunto de maderas y metales que permiten a Hancock mostrar una de sus cimas como compositor.
A partir de entonces, la búsqueda de Hancock se tradujo en la fusión del jazz con las tendencias eléctricas que por entonces definían al rock. Fue uno de los precursores en este terreno, pero eso supuso para él una de sus épocas más difíciles y tormentosas. Tras formar un sexteto con el que grabó "Mwandishi" (70), "Crossings" (71) y "Sextant" (72), trasladó su residencia a Los Angeles y se convirtió al budismo. Esto se tradujo, en el terreno estilístico, en un giro hacia el funk y el soul que reconvirtió su carrera de una manera importantísima. Hancock ya había demostrado interés por estos géneros en el 67, cuando, estando aún en Blue Note, grabó un álbum de r'n'b que fue rechazado al considerar la compañía que el mismo no estaba a la altura de sus producciones de jazz. Aquellas experiencias se irían posando en la personalidad del pianista y en 1973 formó los Headhunters, una banda revolucionaria que, prácticamente, sólo tenía que ver con el jazz en tanto en cuanto daba libertad a los músicos para improvisar en directo. Por lo demás, el concepto musical era netamente bailable, plenamente eléctrico y, si bien llevó a Hancock a altas cimas de popularidad y a discos de tremendo éxito, le supuso también la mirada de reproche de los seguidores más puristas del jazz.
Con el tiempo, Herbie Hancock ha dejado demostrado que, con su talento, las miradas de reproche le importan poco. Dejó para los más puristas una colección impresionante de discos, que es la que ahora se reedita en "The complete Blue Note sixties sessions", pero, como buen maestro, se alimentó de las nuevas tendencias y ayudó a crear un estilo que ha sido imitado, explotado y aprovechado por generaciones enteras para dar a la música obras de gran calibre.
Lógicamente, éste no es lugar para referirnos exhaustivamente a la historia posterior de Hancock (en la que no faltan en absoluto obras impresionantes) ni para ahondar en el trabajo que realizó con Miles Davis al mismo tiempo que estuvo en la Blue Note. La obra de Hancock seguirá surtiendo las estanterías de las tiendas de discos y, con seguridad, habrá otra ocasión para pararnos más detalladamente en otras facetas de este pianista, nacido en 1940 en el barrio sur de Chicago y bautizado como Herbert Jeffrey.

1 comentarios:

Natalia Book dijo...

Una gran biografía de un pianista sobrenatural. Sus primeros discos son muy buenos, pero su aportaciòn al quinteto de Davis es impresionante. Escucho de¡iscos como Miles Smiles o el directo en el Plugged Nickel y su piano me hace sentir algo que nadie había hecho.
Me gusta un poco menos en su etapa eléctrica, aunque me gusta.
Ultimamente me ha decepcionado un poco. lo siento.
Saludos